Con el objeto de sumar años con plenitud, las mujeres debemos[1] aprender a encontrar una verdadera fuente de auto validación.
En este pequeño documento intento dar pistas acerca de: (1) ¿dónde encontrar tal fuente?; (2) ¿qué nos impide encontrarla?; y (3) sugerir una vía sobre ¿cómo se puede acceder a ella?
Tememos a perder nuestra vida; que nuestro cuerpo muera. No obstante tenemos problemas de aceptación de las imperfecciones que percibimos en nuestro cuerpo.
Un gran porcentaje de las mujeres de la sociedad industrializada (algunos teóricos dicen que todas), tenemos problemas para aceptar nuestra corporalidad.
Entre los 9 y los 13 años adquirimos un patrón de comparación que nos garantiza que no podamos ajustarnos a nuestro cuerpo
Las partes que rechazamos de nuestro cuerpo, son fuentes de fuerza intuitiva pérdidas; son parte de los obstáculos que nos impiden llegar a la fuente de autovalidación. Al contrario, aceptar nuestras imperfecciones es abrir puertas a comprender el sentido profundo de la feminidad.
(1) ¿Dónde encontrar una verdadera fuente de auto validación? La respuesta no es lo que se llama una idea novedosa; sino que tiene que ver con la historia del ser humano a través de los tiempos. Es así como ya en el año 400 antes de cristo se leía en la portada del templo de Apolo en Delfos (Grecia) el siguiente oráculo:
«Te advierto, quien quieras que fueres:
Tú que deseas sondear los arcanos de la naturaleza,
que si no hayas dentro de ti misma aquello que buscas,
tampoco podrás hallarlo fuera.
Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa,
¿cómo pretendes encontrar otras excelencias?
En ti se haya oculto el Tesoro de los Tesoros.
Mujer, conócete a ti misma y
conocerás al Universo y a los Dioses.»
Esta sentencia no se refiere al conocimiento del yo, sino que es una invitación a sumergirse en los aspectos ignorados e, incluso, no creados de nuestro sí mismo; el sí mismo es como un océano en el que el yo y sus máscaras navega. El sí mismo tiene que ver con el SER, con la esencia de un ser humano.
No obstante, reducimos la gran dimensión del sí mismo, y al comenzare a mirarnos dentro, lo primero que solemos encontrar son las partes de nuestro cuerpo que no nos gustan, amén de otros rasgos que no nos gustan. Este rechazo forma parte de los bloqueos que nos impiden acercarnos a la fuente de los tesoros.
(2) ¿Cómo bloqueamos el encuentro con nuestra fuente interior?
Todas nuestras experiencias están almacenadas en nuestra memoria corporal; la memoria parece funcionar desde el nivel celular[2].
Como lo habitual es sacar de nuestra memoria y de nuestra consciencia lo negativo y centrarnos solo en lo positivo, vamos perdiendo contacto con nuestro cuerpo y con nuestra voz interior. Esta pérdida de contacto genera una coraza que de alguna manera nos anestesia para vivir a nuestra manera, quedando a merced de las expectativas que suponemos tendrían terceros(as) hacia nosotras.
Esta desconexión corporal sugiere que un paso hacia nosotras mismas pasa por aprender a aceptarnos con nuestras imperfecciones (las físicas y las psicológicas).
¿Cómo aceptarnos? Aprendiendo a escuchar nuestras imperfecciones, conocer qué es lo que nos están mostrando de nosotras mismas.
Más, por el contrario, es frecuente que la relación con nuestra corporalidad esté sustentada en la autocrítica severa.
Sobre este conflicto interno me gusta esta brutal y pedagógica metáfora: Imaginemos cada imperfección corporal, cada error, cada defecto propio o ajeno[3] como una niñita vulnerable, sucia, mal oliente, huérfana de padre y madre, que queda bajo nuestra tutela para su protección. Ahora imaginemos a nuestra consciencia criticona como a una madrastra perversa de cuento infantil, que se relaciona con la niñita-imperfección desde la humillación, la descalificación, el rechazo, el disimulo, la explotación y la negación…
¡Somos capaces de hacernos esto a nosotras mismas! No obstante, nos sentimos perturbadas cuando vemos a una amiga autodegradarse, se lo impedimos…. Pero nosotras y nuestro repetitivo monólogo interior seguimos bajo los efectos del conjuro de nuestra vieja, madrastra y bruja.
Es probable esta sea una de las causas de la imposibilidad de hacer carne (encarnar) aquel otro oráculo de las tres religiones del libro: «ama a tu prójimo como a ti misma», sin una profunda exploración de nuestro dolor personal.
Ahora vamos a continuar con la respuesta a la tercera pregunta planteada al inicio de este pequeño documento, ¿Cómo se puede acceder a la fuente de la verdadera validación?.
La propuesta es conocernos a través de lo que nos desagrada física y psicológicamente en nosotras y en otras personas. En la medida que este proceso de conocimiento se haga más centrado y profundo, descubriremos que nuestro nivel de autoaceptación y de amor propio se traducen en bienestar interno. Al acercarnos a nuestra verdad, a nuestros contenidos, ganamos contento.
La propuesta no es un ejercicio es una invitación a incorporar en los hábitos de auto reflexión un modo de hacer, un camino:
Busca un momento y un lugar donde puedas estar tranquila. Tómate un tiempo para respirar lenta y conscientemente. Relaja tu cuerpo y tu mente.
Conecta con algo que te desagrada con lo que hayas decidido trabajar. Este contacto puede disgustarte y entonces perder la concentración. Tranquila. Poco a poco serás capaz de contactar con la sensación corporal asociada con lo que estás trabajando. Reinténtalo otra vez u otro días. Reinténtalo todas las veces que haga falta; la insistencia te traerá tu recompensa.
Un día serás capaz de mantener en la conciencia esa sensación desagradable y quedarte allí con ella observando qué ocurre. Si se vuelca una emoción intensa déjala fluir: llanto, rabia, miedo, vergüenza… una emoción largo tiempo contenida tarda su tiempo en resolverse. Ayuda escribir desde ella. A veces hay que escribir varias veces en distintos momentos. No huyas de lo que llevas, recuerda que es tu carente, sucia y maloliente niñica abandonada…Si tu no la escuchas, nadie lo hará por ti.
Cuando el tema es complicado, puedes quedarte en esta etapa un periodo. No llevas prisa. En estas cosas, el tiempo, como medida de duración es irrelevante.
Cada vez recomienza desde el principio: respiración consciente, relajación, conexión con la dificultad a trabajar… un día, espontáneamente, surgirán en tu interior imágenes distintas… conoce esas imágenes, pregúntales qué te están diciendo del tema que te inquieta deja que se exprese la niñica doliente, contiénela… ella es parte de tu tesoro…
Es bueno llevar una bitácora con tus contenidos: emociones descubiertas, imágenes que surgen, recuerdos recuperados, logros alcanzados, bloqueos, dudas, retrocesos, preguntas…
Y poco a poco irás conociendo, aceptando, todas esas señales que te complican la vida. Descubrirás que cada una tiene una función que te es necesaria.
No puedo decir la respuesta que encontrarás. La ignoro. Este trabajo es un proceso creativo personal. Un grupo de apoyo o un terapeuta pueden ayudar mucho: para centrarse en la tarea, para contener, para ser reconocida y legitimada, para mostrarte lo que a tu Yo le duele tanto ver en un contexto de aceptación incondicional …
Finalmente, los “clics internos” ocurren al ritmo y necesidad de cada una.
Personalmente creo que este tipo de trabajo debe hacerse con apoyo externo profesional (psicoterapia individual o de grupo) en sus comienzos y, en las etapas avanzadas, puede hacerse en solitario.
Hay muchas carencias que se arrastran y, a veces, demasiado temprano en la vida se ha concluido que lo que necesitamos “nos lo procuramos, solitas”. Damos mucho, pero nadie puede darnos de aquello que estamos carentes y nuestra no sana.
Alguien me dirá “muy bonito pero soy ocupada y no tengo tiempo para esto”… Le replicaría a esa persona que cuando se descubra con tiempo para menospreciarse, de vuelta al monólogo interior… escuchando a su objeto de menosprecio…
Gracias por vuestro tiempo y atención…
Mª Antonia
[1] En la vida podemos decidir que nuestro sentido y deber: Trabajar, hacer patrimonio; ó, buscar un sentido personal al juego en el que estamos bailando.
[2] Allí es donde encuentra el núcleo de la relación entre emoción, carácter y enfermedad.
[3] Los defectos ajenos que nos interpelan, son defectos propios rechazados en nuestra conciencia y proyectados hacia fuera. Esta proyección suele caer en alguien con quien compartimos el mismo atributo defectuoso. El valor de esto es aceptar que, el otro, es un espejo generoso que nos muestra de dónde estamos cojeando.
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