Quisiera penetrar poquito a poco
en el muro de las incertidumbres
despejar cada enigma de su enigma
cada sospecha de sus amenazas.
(M. Benedetti)[1]
Escucho a primera hora que «se nos viene encima una crisis sin parangón«, apago la radio y tomo un sorbo de café. Vuelvo a encender la radio, en pocos minutos escucho hablar de rebrotes, contagios, control, irresponsabilidad, riesgo, amenaza, confinamiento. Apago la radio con hastío y temor. ¿Existirá algo como el vértigo apocalíptico? El futuro cercano me parece que está encogido, detrás de un muro negro.
Pienso en la imagen pintada por Rousseau, Tigre con cazadores. El tigre agazapado bajo el verde de la selva, alerta, en hambrienta espera. Los cazadores saben que el animal asesino está cerca: ¿Pero dónde? Saben que el tigre los huele: ¿Nos cogerá o nos los quitaremos de en medio? Cada paso, es un gesto dónde se juegan la vida.
Enfrentados a una amenaza tal, en la Grecia clásica, los seres humanos visitaban el templo de Delfos, para preguntarle a Apolo sobre qué les esperaba si emprendían esto o aquello, y con este oráculo, esperaban hacerse de garantías: ¿Esta alianza me conviene?, ¿me traicionará mi sucesor?, ¿tendré éxito en esta expedición?, ¿me conviene este matrimonio?… Preguntas lanzadas al cielo en momentos de tribulación.
Pero, a día de hoy, ¿quién podría darme garantías frente a mis temores?: ¿Enfermaré?, ¿morirá alguien de mi entorno?, ¿moriré por esto?, ¿perderé el trabajo?, ¿me bajarán el sueldo?, ¿perderé a mis clientes?, ¿cómo cambiará mi suerte?…
Cuando el visitante llegaba a Delfos debía purificarse, pagar una tarifa con antiquísimas proto-dracmas y ofrecer un sacrificio a Apolo. Un sacerdote tomaba nota de la pregunta del peregrino. El consultante se retiraba unos días a meditar. Pasado este periodo de reflexión, en el templo lo recibía la intermediaria de Apolo, la Pitia, suma sacerdotisa. La voz de dios hablaba por la boca de esta dama. Ella era el puente entre la consciencia y el saber inconsciente.
El día señalado, la Pitia, sentada en un trípode y probablemente bajo un trance inducido, recibía al peregrino. Los sacerdotes le leían la pregunta y ella respondía, unos dicen que decía incoherencias que eran traducidas por los asistentes de la ceremonia, y otros dicen que la Pitia, respondía con calma y sensatez.
Escribo mi pregunta y espero imprimirle tono ceremonial: ¿Qué es lo que más me conviene ahora? Y me quedo esperando en silencio. Y en la espera, me vienen estos versos de Antonio Machado:
Cuatro cosas tiene el hombre
que no sirven en la mar:
ancla, gobernalle, remos,
y miedo a naufragar.[2]
Entiendo que la Pitia se ha dignado y me ha respondido. Ahora me toca entender: Me dice que lo que me conviene es abandonar mi falsa sensación de seguridad; una necesidad tanto más urgente hoy, cuando me toca navegar en mares desconocidos.
Escribió Campbell: “El individuo no sabe hacia dónde se dirige, tampoco sabe qué lo empuja. Las líneas de comunicación entre la zona consciente y la inconsciente han sido cortadas, y nos hemos partido en dos». [3]
Vuelvo a preguntar a la Pitia: ¿Cómo podría mejorar mi conexión interna y hacerme más sólida para este tiempo oscuro?, y espero su respuesta.
Se activa en mi mente una frase de un prócer de Latinoamérica, de cuando los países de allí comenzaban a nacer: «Imiten con juicio; y para lo que les falte, inventen».[4]
Entonces entiendo que la sacerdotisa me responde que lo que ayer valía, hoy también. No obstante, cuando la estructura deja de valer, dejarle paso a la capacidad de inventar, de crear, de imaginar, es el camino correcto.
Tal vez sea porque es la voz de un latinoamericano, de cuando veníamos de independizarnos y estaba todo por hacer, la voz me llega con tono de advertencia. Me previene de auto-exigirme adaptarme a todo, ser flexible sin límites, de negar el riesgo y ver solo la oportunidad. La voz del prócer, me invita a confiar en mi conocimiento y experiencia, y a confiar en dar espacio a imaginar y crear cuando llego a mi límite.
Llegada a este punto, me asalta esta frase como un golpe, no tener dinero me asusta. Entonces, ahora veo claro que esto es mi tigre agazapado en la selva, por lo que suelo optar por quedarme inmóvil, hasta que me doy cuenta que estoy bloqueada. Creo que se parece al miedo a naufragar que cantaba Machado.
¿Qué me pasaría si quedara sola y pobre en mitad de nada?, pregunto ahora a la Pitia y me siento un poquito menos bloqueada al hacerlo.
Espero en silencio con el cuerpo extraviado. Tras un largo rato en blanco conecto con la última escena de «El festín de Babette».[5]
«Se hizo un profundo silencio en la cocina. Luego dijo Martine: —Entonces, ahora será pobre toda su vida, Babette.
—¿Pobre? —dijo Babette. Ella sonrió como para sí—. No, nunca seré pobre. Ya os he dicho que soy una gran artista. Una gran artista, Mesdames, jamás es pobre».
Entiendo que la Pitia se ha vuelto a dirigir a mi, y me muestra que el camino es seguir abriendo mi imaginación, mi intuición y, sobre todo, mi libertad para utilizarlas, para ir evolucionando hacia ser la creadora de mi vida.
Para eso, lo que me conviene, es profundizar en la confianza de poder contar con la imaginación y la intuición, como armas para transformar a los tigres feroces del exterior, en los miedos internos que sin darme cuenta alimento, y así ir despejando el campo de enigmas y amenazas.
Amable lector, si has llegado hasta aquí, ahora es tu turno. Te quiero invitar a poner un poco de luz a un conocimiento que tienes y que no sabes que lo tienes, a empezar a (o seguir) en modo «reconectar el puente» del que hablaba Campbell:
- Cierra los ojos, tranquiliza tu mente y deja que te surja espontáneamente un asunto bloqueado.
- Transfórmalo en una afirmación o pregunta. Escríbela en un folio o en la pantalla.
- Cuando dispongas de media hora, lee tu pregunta y escribe sin detenerte, sin leer lo que escribes, sin lógica, poniendo atención a tus sensaciones corporales, a tus imágenes interiores, dejándote llevar por el bolígrafo o el teclado hasta donde llegues. Cuando te bloquees, lee la última palabra escrita y continúa hasta alcanzar los treinta minutos. Rápido, sin pensar, como si te persiguiera el caballo del malo de la película.
- Deja reposar tu producción uno o dos días.
- Al cabo, lee lo escrito y observa cómo conectas con los contenidos. Destaca los que te hacen más eco, los que sientes que te llegan con más profundidad.
- Conecta estos elementos con el asunto de tu pregunta original.
- Escucha con atención lo que el oráculo te cuenta.
Llegados al final de esta reflexión, vuelvo a la pregunta inicial, ¿cómo decidir en tiempos de incertidumbre? La respuesta que puedo escribiros es: Dejemos de escuchar solo a lo que viene de fuera y prestemos oído a lo que se nos moviliza dentro. No nos dejemos atrapar por la incertidumbre, que es la amenaza de naufragio; apostemos por el riesgo de emprender una nueva manera de hacer las cosas, formarnos con nuevos recursos que ensanchen nuestro horizonte.
Muchas gracias por la lectura,
Mª Antonia Vargas Truyol
[1] «Corazón de trapo» poema de Mario Benedetti incluido en Biografía para encontrarme, ed. Debolsillo, 2015.
[2] Antonio Machado. Cantar XLVII, Proverbios y Cantares. Campos de Castilla.
[3] Joseph John Campbell (1949/2000 ). El héroe de las mil caras. Fondo Cultura Económica, México, pág. 341-342.
[4] La frase es de Simón Rodríguez (1769 – 1854), educador y político venezolano.
[5] El festín de Babette es un cuento de Isak Dinesen, escritora danesa (1885-1962). El cuento fue llevado al cine por Gabriel Axel en 1987. Ese año, ganó el Oscar a la Mejor película de habla no inglesa.
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